Leer los argumentos del ex -vicedecano del ICAM, D. Manuel Valero, abogado y mediador, advirtiendo del peligro de la Ley de Impulso de Mediación, no hace sino confirmar el gran acierto de esta medida.

Dice que la nueva “obligación mitigada” de asistir a una sesión informativa de lo que es la mediación, en determinados supuestos, previamente a acudir a la vía judicial, es “la puntilla para el ejercicio libre e independiente de la Abogacía, o lo que es igual, la drástica reducción de abogados y la extinción silenciosa de la profesión.” (https://confilegal.com/20190112-la-imposicion-legal-de-la-mediacion-la-puntilla-para-el-ejercicio-de-la-abogacia/ )

Y lo explica con estos argumentos:
Si no hay acuerdo en mediación, el contrario ya sabe las cartas de que dispone su demandante y si hay acuerdo, los honorarios del abogado no tendrán nada que ver con lo que minutaría por su defensa en el procedimiento judicial.

No se puede decir más claro: Si se obliga al ciudadano a conocer que hay otras vías para solucionar su conflicto y que después sea él quien decida qué vía utilizar, es un riesgo para la abogacía, no vaya a ser que decida utilizar otro camino y se pierda el negocio…
En cuanto a conocer las cartas del contrario, además de obviar los principios de la mediación, supone que no se debería intentar por la vía pacífica, no adversarial, una solución acordada, sino que directamente hay que litigar. “¿Para qué vamos a solucionar el problema hablando, si podemos pegarnos (litigar)?”…

Seguro que hay muchas cosas que mejorar en una Ley, que debe desarrollarse y aclarar reglamentariamente algunos aspectos, pero no se puede dar la espalda a una realidad: en los países en los que la mediación está implantada, los tribunales de justicia trabajan mejor, los abogados no se han extinguido y, sobre todo, se ha acercado la justicia a la ciudadanía.

Afortunadamente son muchos los abogados, que lo que buscan es ofrecer la mejor solución para sus clientes, y la mediación puede ser una de ellas, aunque tenga el gran “defecto” de ser más rápida y económica que otras vías.

Que el abogado conciba la mediación como una herramienta más, que pueda ofrecer a sus clientes y, de ser aceptada por estos, le permita asesorarles, supone un valor añadido a su profesión. Es una estrategia más, que redunda en beneficio de sus clientes, que volverán a su abogado de confianza, que ha sabido orientarles sobre la mejor solución.

Que esta «obligación mitigada» se convierta en un mero trámite o en una solución, dependerá de todos los intervinientes en el proceso, pero en especial de los abogados, a quienes acudirá en primer lugar el cliente. Es por ello, que todos deben ocupar su papel y no perder de vista el objetivo del ciudadano de solucionar su conflicto de la mejor manera posible.

Que los responsables de un conflicto sean también los responsables de su solución es la forma más civilizada que los seres humanos tenemos.

Esta cultura de paz es, hoy, en España, menos utópica.

Miguel Prieto
CEO GRACYAS
Gabinete de Resolución Alternativa de Conflictos Y AbogadoS